Quizás sea el momento de renunciar.

Mía ya no sangraba. Mía sentía que ya no le quedaba sangre en el cuerpo. Mía ya no sentía. Sólo un entumecedor vacío la llenaba. Aunque irónico, real. 

Había perdido a Sandy hacía ya un par de años. A Lucas se lo llevó su ausencia. A Lucas se lo llevó una cuerda en el cuello que no llegaba a asfixiarle ni la mitad que la pérdida de Mía y la del pequeño Lucas. 

Y ahora Mía volvía a estar sola. 

Ella miraba con dolor a Alejandro, que le arreglaba la habitación más vacía que ese dolor de sus ojos. Fumaba sin ganas y suspiraba con fuerza.

-Alejandro, ¿y si esto es una señal? ¿Y si el mundo se lleva a todas las personas que me amaban y a las que estaban a punto de nacer y, por lo tanto, a punto de amarme de forma innata por algo? ¿Y si el destino lo único que quiere decirme es que ya no hay sitio para mí en este mundo?

El humo del cigarrillo inundaba la habitación. Y Mía miraba con dolor a Alejandro mientras le dejaba un vaso de leche caliente sobre la mesilla.

-¿Y si fuera el momento de renunciar y rendirme? 

1 comentario:

Quique Muñoz dijo...

Todo el mundo es libre de renunciar y rendirse en cualquier momento, independientemente del daño que pueda causar en los demás. Pero achacárselo al destino es poner excusas baratas, ya que nunca nadie podrá determinar el curso de tu vida más que tú mismo.