Capítulo II

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Él... él se ha ido. Él se ha ido dejando una nota encima de la mesa.
Él se ha ido sin besos de despedida. Él se ha ido sin pañuelos blancos ondeando con el viento. Él se ha ido sin miradas llenas de angustia, sin suspiros que provocan tormentas. Se ha ido sin abrazos que saben a final, sin gritos de rabia contra la almohada. Él, simplemente, se ha ido. 

Y yo me encuentro mirando por la ventana mientras me enciendo el tercer cigarrillo de la mañana. Aún no he dejado de llorar desde que leí su nota. Nota que se me ha clavado como un puñal en el alma. Sigo mirando, esperando su vuelta dramática con las maletas en las manos y pidiéndome entre lágrimas que nos fuguemos juntos y lo dejemos todo atrás. Siempre he sido una ingenua. 
Quizás él nunca cumpla sus promesas, pero no me voy a sentar a esperar que lo haga. Quizás el hecho de que se haya ido sin más me da pistas de sus intenciones. Voy a cumplir la promesa que me hizo, porque esto no se puede acabar aquí. Me niego a creerlo. Voy a escribir nuestra historia. Y voy a escribir el final que quiero en ella, porque quizás, si yo creo lo que puede pasar, termine saltando a las líneas de la realidad. Y si me vuelvo loca escribiendo, me volveré loca por un amor que pudo ser y nunca fue. 

Pero empecemos por el principio, empecemos describiéndole. Empecemos describiendo a Sandy. 

Lucas. 22 años (hasta julio). Estudiante de periodismo. Natural de un pueblo de Alicante. Alto, moreno, con barba. Penetrantes ojos verdes. Sonrisa que ilumina.
A Lucas no esperes encontrarle en el metro. No esperes encontrarle en la calle. Pero, quizás, si me hubiera cruzado con él alguna vez en el metro, me habría parado a mirarle y a pensar si me gusta o no. Porque yo soy de esa clase de chicas que necesita pensar antes de sentir. Y luego, cuando empieza a sentir, se olvida de pensar. Me habría parado a observar esa mirada de mil fantasmas acosándole. Esa mirada de auxilio. Esa mirada que grita, a pesar de su forma pausada y paciente de hablar. Probablemente, nuestras miradas se habrían cruzado y me hubiera cazado observando sus ojos, y mira que yo soy poco de mirarlos, hay algunos que hipnotizan. Es muy posible que yo me sonrojara. Mucho. Y él empezara a reír sin hacer ruido. Y yo me habría reído igual. Y en la siguiente parada, entre el bullicio de gente, yo habría desaparecido y su mirada, visiblemente desahogada en apenas unos instantes, se hubiera vuelto de nuevo angustiada y pesarosa.
Lucas es esa clase de chicos que te gustan por su físico y te enamoran por su mente. Creo que no he conocido a alguien tan parecido a mí y a la vez tan distinto. Dicen que cuándo no sabes lo que sientes, lo que realmente estás sintiendo es el amor. Sinceramente, hasta conocerle a él, yo hubiera jurado mil y una vez que el amor sólo era una conspiración mercantil de las canciones y las películas acompañado de una reacción química, para que todos creamos en que existe algo, aunque seas ateo. 
Pero Lucas tiene ese efecto. Es capaz de hacerte pensar en cada una de las cosas que crees y reflexionar hasta encontrar un punto intermedio entre ambos. Un punto intermedio que resulta ser el punto perfecto, la visión más racional. 
Lucas no sólo ha cambiado mi forma de reflexionar, ha cambiado mi forma de ser. Me ha cambiado por completo. Si antes no creía en el amor, ahora soy la persona que más cree en él. Si antes no creía en el destino, ahora creo firmemente que tiene una gran historia reservada para nosotros, que ni el viento, ni el mar, ni siquiera Marla y su dinero, podrán tumbar. 
También quiero plasmar el amor de Lucas por la música. Es extraño encontrar alguien así, pero al igual que yo, Lucas es mejor expresándose con canciones (de Bruce, sobre todo) que con palabras. Lucas es esa persona que puede enamorarte explicándote el verdadero sentido de The Wall. O que puede pasarse un fin de semana, sin parar, viendo tantas películas que al final no sepa en qué realidad vive. 
Quizás se haya vuelto medio loco por todo esto, pero para mí, todos sus defectos son simples estrategias de  la vida para hacerle especial. Y sus virtudes le extrapolan a una dimensión que nadie conoce. Le hacen ser el que vuela. 

Y sin más dilación, creo que debería empezar a contar nuestra historia. Dedicada a ti, Lucas. A nuestro amor imposible, a nuestro amor invencible. A nosotros. Para que este amor dure para siempre. Para que este amor sea inmortal. 

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