El intento de huida.

Viernes, 12 de abril. 10:02

"Ay, creo que ya está todo guardado. Madre mía, lo voy a hacer de verdad. ¡Voy a volver a mis diecisiete años capados! A hacer locuras, a no pensar en el futuro... Pero algo dentro me dice que las cosas no están bien. ¿Por qué me siento tan indiferente? Quizás... No. Las dudas no acabarán conmigo ahora. No. Las dudas no romperán mis planes ahora. Estoy decidida a volar."
Guardé las maletas en el coche y mientras cerraba la puerta de casa, algo me decía que no era para siempre. 
"Déjame disfrutar de mi momento" dije mientras me golpeaba la cabeza con suavidad. 

Después de aparcar, caminé quince minutos hasta llegar al callejón contiguo al café de Helena esperando que Lucas ya estuviera allí. Como siempre había pasado, era yo la que no llegaba a su hora. 
Pero ahí no había nadie, sólo un callejón húmedo y oscuro. Mi cabeza empezaba a gritarme "te lo he estado diciendo. Era demasiado bonito para ser verdad. Despierta, Mía, esto no es un sueño." Pero mi corazón tenía todo tipo de excusas para justificar la no presencia de Lucas: "dale un margen de tiempo. Quizás ha encontrado tráfico..." 
Tras un hora y media de espera y casi un paquete de tabaco, ya no me soportaba en pie. Mi rostro había perdido el color que había ganado hacía apenas unos días. Mis ojos volvieron a olvidar cómo se brillaba. Y mi corazón volvía a estallar en miles de pequeños cristales que se clavaban delicadamente sobre mis pulmones, impidiéndome respirar. 
Suspiré profundamente y dije en voz alta: "no va a venir. No se ha atrevido". Salí del callejón y me dirigí a mi coche de nuevo. Me di cuenta de que Helena había estado pendiente de la escena todo el tiempo y cómo lentamente agachaba la cabeza cuando me vio salir sola y con todo el cuerpo inmerso en un temblor constante. 
Me había impedido llorar hasta llegar al coche, donde pensé que iba a convertirme en un mar de lágrimas. Pero no. Cuando llegué al coche sólo pensé en hacer una cosa: ir a casa de Lucas y decirle que me iba para siempre. Sin él. 
Conduje media hora, con la canción "The Promise" de Bruce en bucle hasta que observé el edificio de Lucas desde el final de la calle. Aparqué justo delante y vi una tierna escena: Lucas fumando en la ventana mientras Marla se vestía en la habitación. "Podría tener la decencia de cerrar las cortinas", pensé. 

Llamé al timbre y mi ex Sandy me abrió sólo con los pantalones del pijama, sin camiseta. La expresión de su cara nunca la olvidaré. 
Hizo un intento de cerrar la puerta por fuera, pero lo frené: 
-No. No me vas a volver a ocultar más, Lucas. Estoy cansada de ti y de tus secretos. Estoy cansada de todo lo que tengo que soportar para ver la parte más pura de mi Sandy. No. Que me oiga quién me tenga que oír, pero yo no vuelvo a ocultarme de nadie. 
-Mía... lo siento.
-Calla, no quiero que digas nada.-le corté.- Sólo quiero que escuches, aunque creo que eso tampoco sabes hacerlo.- Cerré los ojos e inspiré con fuerza, cosa que provocó la aparición del mar de lágrimas agrias que no habían escapado en mi coche- No tenías por qué haber dicho nada. Podíamos haber seguido cada uno con sus vidas, sin cambiar nada. Pero tienes la puta mala costumbre de prometer cosas que sabes que no eres capaz de cumplir. No eres consciente de todo lo que he dejado por hacer lo que he hecho hoy, pero es que tampoco eres consciente de lo que significa que me hayas aniquilado de esta forma. Ahora, dos años después de la primera vez que me dejaste, no tienes ninguna excusa por la que no escapar conmigo. Así que esto se traduce en algo muy sencillo: voy a desaparecer para siempre de tu vida. Estás muerto para mí. 
-Mía, no digas eso. Por favor, déjame explicarme.
-Calla- volví a hacer un gesto para que no continuara.- No tienes nada que explicar. Te has acostado con ella. 
-Pero no la amo.-dijo en forma de susurro muy débil. 
-Es la primera vez que esa boca no escupe una mentira. Claro que no la amas. Ni a mí tampoco. ¿Qué se puede esperar de una persona que no es capaz ni de amarse a sí mismo? Tú no sabes lo que es el amor. Has convertido nuestra historia en tu historia. Y aquí siempre me toca perder. No te preocupes, yo escribiré mi historia en paralelo. Pero no esperes estar ahí, no, en esa historia tú no vas a dolerme más. 
-Mía, no. -dijo con los ojos empapados.- Aquí el único que pierde siempre soy yo. Yo lo arriesgué todo por ti, tú sabías a lo que nos enfrentábamos siempre, pero era yo el que lo sufría todo. Aún así, lo hice todo por ti.
-¿Me estás reprochando lo que pasó en la residencia? ¿Qué ibas a perder tú? ¿A tu novia de toda la vida? Ah, no, que tenías otra esperándote. ¿A tu juguecito de fin de semana? Tampoco. Alguien calentaba tu cama todas las noches. Yo perdí lo más importante que he tenido en mi vida: a mí misma. Deja de hacerte la víctima, Lucas. Nunca has pagado tus problemas. Curiosamente, las personas que más te quieren, siempre pagan tus inseguridades. Vuelve dentro y dile a Marla que tu muñeca ya se ha roto del todo y que se va para nunca volver. Ni se te ocurra volver a pensar en mí. No tienes derecho ni a recordar mi cara. 

Salí con una fuerza de ahí, de la que desconocía su origen. Pero me sirvió para llegar al coche, arrancar, desaparecer de ese barrio y volver al mío. Paré el coche, observé la puerta de mi casa y me di cuenta de todo: había vuelto a perder por culpa de la misma persona. Ahora sí que no pude soportar todo el sofocón de sentimientos y empecé a llorar. Me deshice en lágrimas. 
Levanté la cara del volante, para buscar un pañuelo de papel cuando vi a un joven que dejaba un folio escrito en mi luna: 

"Nadie es tan importante como para que nos perdamos a nosotros mismos. Nadie es tan imprescindible como para que muramos por él. Nadie merece que una chica tan guapa llore de esa forma. Y haya pasado, lo que haya pasado, esa chica tan bonita, no merece llorar sola en un aparcamiento. 
Sólo si ha muerto tu hijo, te consiento que rechaces un café caliente en mi apartamento. 

Rodolfo."

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