La bruja o el fantasma.

Jueves, 11 de abril. 02:36
"Me cago en mi puta suerte", fue lo único que pude pensar cuando terminé de leer la carta de Sandy. Era el momento de decidir de una vez por todas si de verdad quería darlo todo por ella o una vez más volvería a la indecisión de un futuro incierto frente a un futuro acomodado. Me quedaba poco tiempo para decidir y Marla dormía en mi cama.
"Me cago en mi puta vida y en mi puta suerte" volví a repetirme mientras buscaba como un loco algún cigarrillo en la chaqueta colgada en el perchero de detrás de la puerta principal. 
Nada me aferra a esa casa. Las cosas con Marla no iban bien. De hecho, decir que no iban bien sería darle una visión demasiado optimista al asunto. Sabía que era el momento de huir, el momento de escaparme, de volver a las locuras de cuando conocí a mi Sandy. Era ahora o nunca. Pero algo me ataba las manos, algo me decía que no debía hacerlo.
"Probablemente ella ni esté cuando yo vaya. Y volveré a quedar como un gilipollas al ver que ella sólo ha puesto a prueba mis nervios. O quizás quede de nuevo como un gilipollas si después de decirle que la necesito como el océano a cada gota de agua, no aparezco. Quizás es que no quedo como algo, es que soy un gilipollas sin remedio." 
Me encendí el cigarrillo medio arrugado y me puse a observar por la ventana de mi salón. Sólo había dos ventanas y las dos tenían algo que ver con Sandy. O quizás sólo era un triste iluso intentando que todo tuviera una pequeña relación con ella. Sin duda, mi corazón me había demostrado año tras año, mes tras mes, días tras día y minuto tras minuto, que todos los aspectos de mi vida tenían una pequeña relación con ella. Y si no la tenían, me la inventaba. La cosa era que todo, de forma más o menos indirecta, me recordara que una vez Sandy se cumplió. Que Sandy no era sólo un sueño de invierno. Que Sandy no era sólo una canción de Bruce. 
"Dios, si estás ahí, mádame una puta señal que me diga lo que debo hacer. Dime si ella es mi futuro o es mi fantasma. Dime qué es." dije mientras me reclinaba sobre la ventana, apoyando los codos en la repisa y acariciándome el pelo con la mano liberada del cáncer en monodosis. Levanté los ojos del suelo, di una calada al cigarrillo y expulsé el humo como si me quemara dentro. De golpe lo vi. La señal, esa era sin duda la señal. Dos emes dibujadas torpemente en el cristal habían aparecido gracias a la humedad del exterior de la ventana y el humo cálido del interior de mi garganta. La eme de Mía. La eme de mi Sandy.
-¿Otra vez fumando?- dijo una voz detrás de mi mientras una mano demasiado suelta me acariciaba las vértebras de mi columna. 
Sin cambiarme de postura, levanté la cabeza del cristal y la miré. Su rostro transmitía una cálida tranquilidad que me juraba la serenidad de mi futuro.
-Vaya, has dibujado dos emes en el cristal. ¿Tanto me echabas de menos, cariño?- Esa sonrisa desprendía un afecto típico de madre a hijo. ¿En qué se había convertido mi relación con Marla? ¿Una especie de empatía hacia los necesitados? 
"Maldita bruja, ni por asomo pienses que dibujaría nada en el cristal por ti" pensé. 
-Se ve que no tienes muchas ganas de conversar. Vamos a la cama, que ya es tarde y mañana tienes que ir a trabajar temprano.- Marla me agarró de la mano donde mi futuro cáncer se consumía lentamente y me lo arrancó de los dedos, tirándolo por la ventana donde vi por penúltima vez a mi Sandy. 
"Maldita bruja consentida." seguí pensando, pero no tuve fuerzas para decirle nada. 
Asentí. Me dejé llevar hasta la cama y olvidé a mi Sandy en la media hora siguiente en la que Marla intentó aferrarse a un trozo de mí mismo, introduciéndolo en el único lugar en el que esta puta bruja parecía  tener sensibilidad.