Lo infinito de la esfera.

Sábado, 23 de junio. 9:56

-¿Sabes lo que me gusta del verano, Helena? Que el agua del mar limpia las heridas, las olas traen nuevos recuerdos y las mareas se llevan el dolor. Creo que lo estoy comprendiendo todo, creo que esto me ha pasado porque tengo algo que aprender. Lucas no quiere nada de mí, ¿no? Dice que vuelvo a entrar en un momento complicado de su vida. Y yo me pregunto, ¿existe algún momento tan complicado en mi vida como para no hacerle un hueco a él? No, claro que no. Yo lo hubiera dado todo por él en el momento en que me lo pidiera. Nuestra relación es una huella en la orilla. Me he centrado demasiado en preservarla, en conseguir que las olas no se la llevaran. Pero hay que dejar que el mar haga su función y hay que seguir explorando la playa. Quizás ha sido la huella más bonita, la más perfecta, marcada y profunda, pero eso no puede hacer que no siga adelante. Si te centras demasiado en cuidarla, te vas a perder el resto y, tal vez, encuentres otra más bonita, más perfecta, marcada y profunda. Tengo que dejar que las imperfecciones de la costa marquen mi ritmo y ya vendrá la huella por la que no me importe luchar, la que dure para siempre. He visto cómo la nuestra se fue borrando y cómo me quedé sin fuerzas para controlarla. Aún así, sé que no puedo olvidar todo lo que hice por ella y lo perfecto de su silueta, pero ya está, eso tiene que ser, un recuerdo bonito.
-Mía, eso es muy bonito. ¿Has pensado en decírselo?
-Claro, se lo acabo de enviar. Desde mi postura siempre vamos a estar en igualdad de condiciones: quiero que sepa lo que yo opino de ese "nosotros" que ya no existe. Por eso le envié el mensaje anterior. No sé si hice bien, no sé si hice mal. Pero eso no importa, lo importante es que lo hice. Y lo hice porque era lo que yo creía conveniente. Para mí, yo soy la más importante de esta relación, aunque suene feo o egoísta, es la pura verdad. Si tuviera que estar pendiente todo el tiempo de lo que hago para que él lo interpretara de la forma que tiene que hacerlo, me puedo morir. Yo no voy a cambiar por nadie, me puedo amoldar, pero yo soy lo que soy. Soy como soy, digo las cosas como las siento y nunca miento. Y lo mejor de todo, me da igual cómo eso pueda interpretarse, si alguien tiene dudas, yo se lo explico. No guardo secretos y no me importa expresar todo lo que tengo dentro. Estoy aprendiendo a ser de acero.
-Lleva cuidado, Mía, el acero es frío...
-Pero el acero no tiene corazón. Yo no estoy diciendo que deje de sentir, ni mucho menos. Ni siquiera voy a ponerme ninguna coraza. Estoy aprendiendo a ser fuerte, a caer y levantarme sola. Si me hago una herida, yo me la curo. Si me falta la respiración, yo me busco mi oxígeno. Nunca dejaré de amar, porque el amor es la base del hombre. Las personas están hechas para amarlas y los objetos para usarlos. En pleno siglo veintiuno, esos dos valores se han invertido, pero yo sé dónde tengo mis pies. Sé dónde está mi horizonte y sé que si no fuera por la gravedad, volaría. Soy la que vuela, Helena, y eso pocas personas pueden decirlo.
-¿Y yo vuelo, jajaja?
-Eso yo no puedo decirlo. Eso tienes que mirar dentro de ti y encontrarlo. ¿Quieres alas? Búscalas. 
-Alguna vez me gustaría sentirme tan fuerte como tú, Mía. No puedo ser de cristal toda mi vida.
-Yo sólo he aprendido dándome hostias. Nunca he desperdiciado una ocasión para comerme el suelo si eso me hacía despegarme dos nanometros del suelo. 
-Tengo miedo a perder. Tengo miedo, podría abreviar.
-La partida está ya perdida, Helena. Vas a terminar muriendo, has perdido. Empieza a tomarte la vida menos en serio y podrás volar, jajajaja. Bueno, bonica, me voy ya que al final voy a salir muy tarde y aún me quedan dos horas de camino hasta la playa.
-¡No te vayas, Mía! ¿Qué voy a hacer yo sola? Jajajajaja.
-Va, sobrevivirás, sólo es una semana. Dame un beso boba. 

Mía salió de la residencia y llegó hasta su coche. Guardó las maletas y se sentó mirando el volante. Quizás no se sentía como debería sentirse, pero era lo que su cuerpo decidió para aquel momento. Y sobre el cuerpo de uno, nadie tiene la capacidad de cambiar nada. Era momento de dejar que las olas se llevaran sus huellas y comenzar a caminar por el infinito de la esfera.