Romperle el corazón no fue la mejor opción.

Martes, 21 de mayo. 22:06

Después de más de una hora y media de anestesia emocional, Sandy entró en su casa y se dejó caer sobre el sofá. Una horrible pena la inundaba de lágrimas procedentes de lo más hondo de su querer. Esa pena iba acompañada de unos temblores impropios de su cuerpo. No podía evitar llorar, al igual que no pudo sostener el bolso en su mano, las fuerzas le fallaban, y cayó al suelo provocando que la pantalla de su móvil iluminara el techo de la sala.

Miró el reloj y vio que se había dormido durante una hora, pero unos golpes violentos en su puerta, la despertaron.
-¡Mía! ¡Sé que estás ahí! ¡Abre la puerta!- Reconoció perfectamente la voz, podrían pasar siglos y siglos, que siempre distinguiría la voz de Lucas entre un millón de voces.

Abrió la puerta mientras se cubría los hombros con una mata fina y terminaba de secarse las lágrimas de su rostro.
-¿A qué vienen esos gritos?
-¿Qué quieres de mí?- El joven no paraba de gritar.
-¿Cómo? Mira Lucas, pasa dentro de casa, no quiero que mis vecinos te escuchen gritar. Y tranquilízate.
-Está bien, puedo pasar y hablar contigo como personas adultas y civilizadas, claro. Ah, no, espera, las personas adultas saben reconocer a alguien cuando lo dan todo por ellos y no los abandonan como a un puto perro cuando creen amarles demasiado. Pero vaya, resulta que aquí no se da ese caso.
-Lucas, por favor, si no dejas el tono sarcástico y los gritos, te vas a ir de mi casa. Me estás desquiciando.
-Uy, perdone, la princesita tiene jaquecas.
-¡Lucas! ¡Me estás haciendo daño! ¡Para!
-No eres la más indicada para hablar de dolor, Ahora dime, ¿por qué has vuelto?- Lucas había variado el tono de su voz. Ya no gritaba, era una mezcla entre indiferencia y despecho.
-Sentí la necesidad de hacerlo.-Mía miró al suelo con gesto de culpabilidad.
-No me vale, Mía.
-Sandy- interrumpió de golpe la chica.
-Ahora mismo no tengo nada por lo que llamarte Sandy.
-Está bien, de acuerdo, yo he hecho un viaje de más de una hora y media para hablar contigo y me he vuelto a casa sin decir nada. Pero tú has hecho lo mismo viniendo hasta aquí. Podría reprocharte y gritarte que por qué has hecho eso, ¿no? ¿Acaso yo te importo algo, yo que sólo causo dolor a mi paso? De hecho, has incumplido todo lo que plasmaste en la cara, no podría creer nada de lo que me digas ahora.- Sandy se dio la vuelta y sacó de su bolso un cigarro. Pero Lucas no se movió del sitio y dijo con toda la rabia del mundo lenta y claramente:

-¿Quieres provocar que yo no rehaga mi vida?¿Quieres provocar que viva pegado al teléfono, al correo, o fijándome detenidamente en cada uno de los coches que se acercan a cada lugar en el que me encuentro? No lo entiendes, Mía, siempre haces lo mismo. 
-Siempre hago, ¿qué?
-Aparecer en el peor momento. Aparecer, volver mi mundo del revés y dejarme loco para volver a irte.
-No tienes motivos para decirme eso, no fui yo la primera que dio por perdida esta batalla, la primera que decidió abandonar en el momento más crítico. No fui yo la primera en desaparecer del lado del otro. No, Lucas, fuiste tú. Si ahora he vuelto es porque todo este tiempo que hemos estado alejados, he vivido anestesiada, de una forma asexual. Sólo me he centrado en mis estudios, todo este puto tiempo, centrada en mi carrera para no pensar en ti. Pero resulta que para un puto día que decido salir con amigas, para un puto día que pienso que es el momento de conocer a gente nueva que pueda curarme las heridas que me crea la distancia, el no tenerte, para un puto día que decido salir por esta ciudad del demonio, cuando por fin me hago a la idea de que he abandonado al amor de mi vida, resulta que en el reproductor de mi coche aparece un disco de no sé cuándo poniéndome una puta canción de Bruce. Una canción que me escupía en la cara lo cruel y dura que había sido dejándote tirado. Me escupía que tú no merecías algo como yo, merecías algo bueno, algo de verdad, algo mejor que yo. Pero me escupía aun más que no tenía que abandonar tan pronto la batalla, que no era tarde, que nunca sería tarde para intentarlo contigo, porque tú eres el que vuela. Y de golpe, recordé la carta que me escribiste el mismo día que decidí desprenderte de mi lado. Una carta en la que jurabas y perjurabas que me esperarías aunque fuese el motivo último de tu vida. Una carta que parece que has olvidado y, sobre todo, incumplido. Sí, era egoísta por mi parte pensar que me esperarías pasara lo que pasara, pero yo siempre he creído en ti y en tus palabras y volví. Volví para decirte que no me esperaras ni un segundo más porque esta vez volvía para quedarme, para hacerte el verdadero hueco que siempre has merecido en mi vida, para intentar colarme en la tuya y para intentar envejecer y morir a tu lado.

Lucas contestó de una forma pausada y sobria, que hizo erizarse a la chica:
-Te he estado esperando cada milésima de tiempo desde que te largaste sin decir nada, sin dejar una dirección, sin dar un bueno motivo o sin pensar qué sentiría yo al despertarme y ver que habías vuelto a desaparecer. Te he estado esperando solo, angustiado y enamorado cada minuto de tu ausencia. Y resulta que unos pocos meses antes de que la princesita traumatizada decidiera volver, una chica normal, nada especial, que a Sandy nunca le hubiera hecho ni un cachito de sombra, dio su aliento por intentar secarme las lágrimas de mi rostro. Dio su piel por curar las heridas que "la mujer de mi vida" me había provocado. Dio trocitos de su propio corazón para enmendar el mío. Se preocupó por cada mínimo detalle, de que a mí no me faltara nada, de llenar de provisiones mi vida mientras mi amada Sandy, mi amada "salvadora" me robaba las ganas de vivir. Yo sólo era capaz de levantarme de la cama y afrontar un nuevo día con la esperanza de ver a mi novia regresar y que esta vez fuera para siempre. Pero Ana me dio otro motivo para vivir: yo mismo. Sí, eso que siempre defendiste a muerte, eso mismo me lo ha enseñado ella. Nunca podré conseguir que cada respiración tuya no provoque un nuevo motivo para mi propia respiración. Nunca dejaré que nadie ocupe tu lugar, Mía, en mi mundo eres irremplazable. Pero, y óyeme bien, nunca te atrevas a echarme en cara que no te esperé. Nunca te atrevas a echarme en cara que incumplí la promesa de mi carta. Nunca. 
-Si la quieres tanto y lo ha dado todo por curar las heridas que yo te he hecho y que, según tú, son imposibles de curar, ¿por qué estás a más de una hora y media de tu casa en vez de abrazarla en la cama y tranquilizarla porque ese puto fantasma del pasado que ha aparecido en el parking nunca más volverá a molestaros y mucho menos la eclipsará a ella? 
-Porque eso sería mentirle. Quizás no sea el momento de abandonarlo todo por ti, Mía. Quizás ahora no te toca ser la protagonista de más vidas que la tuya propia. Has aparecido en un tiempo de cambios, complicado. Estoy buscando trabajo y he encontrado a alguien que me quiere y que se deja querer. He encontrado a alguien con quien las cosas cada día van mejor. Ha llegado el momento en el que cada noche me acuesto con la tranquilidad de que no aprovechará mi sueño para desaparecer. Ha llegado el momento en el que cada mañana no me levanto con el miedo a que ya no esté. Lo siento, Mía, pero esta es la verdad. No sé qué esperabas de tu visita, pero no voy a mentirte. Quizás en dos, tres, cuarenta años sea nuestro momento, pero desde luego hoy no lo es. Me voy, te deseo lo mejor en el mundo, nunca lo dudes.

Mía sintió como su corazón reventaba en miles de cristales que la asfixiaban, que la dejaban sin respiración.
-Lucas.-Mía hizo un gesto antes de que el chico abriera la puerta.
El joven tragó saliva e hizo un gesto con la cabeza para que la chica hablara.
-Te quiero.

Lucas cerró la puerta y comenzó a bajar las escaleras mientras su corazón comenzaba a desconcharse como una pared con humedades. Lucas sentía admiración por lo que acababa de hacer y reproche por dejar pasar este momento. Pero era su instinto, al que por fin dejó que le guiara, el que le dictó que hiciera lo correcto. 
Llegó al coche y rompió a llorar como nunca antes lo había hecho. Ella, su Sandy, había vuelto a por él y no había sabido reaccionar como ella le pedía. Había pocas cosas que Sandy le pidiera, pero para una que hizo, él la rechazó. Se sentía la peor persona del mundo sabiendo que su querida Mía, su Sandy del alma, estaría rota como un espejo que cae desde lo alto de un rascacielos. Arrancó el coche y volvió a su monótona vida de falsos "te quieros".

La negociación de la huida.

Miércoles, 13 de enero. 01:24
-Shhh, no hagas ruido.- Dijo la joven con una sonrisa enorme.
-¿No debería estar aquí, verdad?- Lucas miraba al suelo con gesto de arrepentimiento.
-¿Y a quién le importa lo que deberías o no hacer? Yo quiero que estés conmigo, aquí. Y el verbo "querer" debería ser más fuerte que el verbo "deber". Bueno, debería no, que suena feo, tendría.
-¿Tú haces siempre lo que quieres?
-Siempre lo intento. Vamos a ver, Lucas, ¿sabes de alguien que vaya a durar contigo toda la vida, pase lo que pase?
-Me gustaría pensar que alguien habrá.
-Lucas, la hay. La persona que estará a tu vera pase lo que pase, eres tú. Tú siempre estarás ahí cuando caigas, siempre estarás ahí cuando triunfes. Sabes que no estás ahí por interés o compromiso, simplemente estás. Pocas personas van a estar ahí tanto como lo estás tú. Pocas, ninguna. En serio, quiérete, te lo mereces. 
-Pero Sandy, es muy fácil decirlo. No puedo quererme. Me miro en el espejo y me doy asco. El único momento en el que siento algo de afecto hacia mí mismo es en aquel momento en el que me dices que a ti te importo. Con nadie más me pasa. Es como si estuviera anestesiado, como si todas las demás personas de mi vida hubieran desaparecido. 
-Esto no es bueno, cielo.
-¿Desde cuándo nos importa que algo sea bueno o malo?
-Lucas. Mírate. No has entendido nada. Nos estamos haciendo adictos. 
-Sandy, ¿crees que no lo sé? Eres la peor droga que podría tomar. Me hago adicto a ti, no puedo separarme, no puedo hacer nada si no te noto cerca. Miro tu pulsera las veinticuatro horas del día. Duermo abrazado a ella. Eres mi perdición. Mi veneno y mi antídoto. Eres todo lo que siempre he soñado. Eres perfecta.
-Lucas, para. -La joven había roto a llorar. -No me puedes decir todo eso y quedarte tan tranquilo. No puedes decirme que soy la que te consume, la que te mata poco a poco. Que soy tu droga. ¿Qué pasará el día que algo superior a nosotros nos rompa y nos distancie?
-Nada podrá con este amor, Sandy. Nada.
-El miedo, las dudas, la desconfianza... todo eso puede matar el amor. Lucas, mi Sandy, ¿recuerdas el valor de llamarnos así? ¿recuerdas lo que significaba ser Sandy para el otro?
-Quizás deberíamos dejar que todo siguiera siendo un sueño perfecto.
-Podríamos intentar no despertar nunca.
-No puedes controlarlo, Mía. Y si creemos que siempre estaremos soñando, el día que termine, el golpe contra el suelo hará que nos perdamos a nosotros mismos.
-Sandy... Sandy es fuerte, Lucas. Nosotros también. Acabas de decirlo, "nada podrá romperlo". Vamos a intentarlo hasta que se nos caiga la piel. Vamos a intentarlo hasta que el amor nos consuma como una llama. Vamos, vamos, vamos, Lucas. 
-¿Confías en mí?
-Claro.
-Dame tu mano, tengo miedo del futuro. Cuídame siempre, amor. Cuídame como si después de esta noche no saliera el sol. Cuídame como tu teoría dice que tienes que cuidarte a ti misma. Seamos uno.
-Lucas, te quiero.

Ese "te quiero" quería decir "adiós". Ambos conocían el momento en el que esas dos palabras se decía. Y ambos sabían que había llegado el momento. El momento de volver a huir. 

No todo está perdido.

Jueves, 14 de enero. 11:00.
Después de dormir durante tres horas sin que nada perturbara su sueño, Sandy abrió los ojos con dificultad. Los tenía tan hinchados y tan rojos que le era imposible ver con nitidez. 
Se puso las gafas y cogió el móvil, era hora de poner su vida en orden. Nunca nadie había conseguido cambiar el curso natural de su vida y estaba dispuesta a que eso siguiera así. 
En el móvil había cinco llamadas perdidas de su compañero de clase y otras tantas de Helena. 
Comenzaría por el principio, como le dijo el Sombrerero Loco a Alicia, y cuando acabara, terminaría. 
-¡Mía!- una voz joven y femenina se mostró sorprendida ante la llamada.
-Helena, hay muchas cosas que tengo que decirte. Pero hoy no me apetece hablar y menos por teléfono. Vente el viernes y pasas aquí el fin de semana. Prometo helado de chocolate y mucha mierda para comer.
-Claro, Mía, el viernes después de comer subo. Mejórate cielo. 
-Por supuesto, sobreviviré, como siempre.
-Eso espero.
Ahora tocaba lo peor, hablar con Guillermo. Guille era un chico rubio de su clase de Latín de primero, pero no tenía confianza suficiente como para contarle lo que había pasado. Tan sólo tendría que decirle de quedar al día siguiente para terminar el trabajo. 
Cuando se decidió a llamar al joven, el sonido del móvil sonaba desde detrás de la puerta de su habitación. Sandy corrió a abrir la puerta y encontró a Guillermo levantándose del suelo.
-¡Pero Guillermo!
-Me habías dejado preocupado y he venido a ver qué pasaba. Te lo he dicho en un mensaje, no me iría hasta que no me abrieras la puerta y me contaras que coño te pasaba.
-Joder, Guille, lo siento mucho, me he quedado dormida.
-¿Pero estás bien, tonta?- Guille abrazó con mucha fuerza a Mía. En sus brazos, Mía no pudo evitar romper a llorar. Guille la cogió en peso y cerró la puerta. La postró en el suelo y le dijo:
-¿Sabes que puedes contarme cualquier cosa, no? El trabajo de Latín casi que lo he terminado, ese era el motivo de mi llamada. Va, cuéntame Mía, nunca te he visto así.
-Yo soy de piedra. Esto nunca debió pasar. Yo no lloro, no soy débil.
-Mía, céntrate.
-¿Sabes lo que es que te den la cosa más preciosa del mundo, lo que has buscado toda tu vida, que se adapta perfectamente a ti y crees que lo han hecho a tu medida y no te dejen disfrutarlo? ¿Sabes lo que es que te lo muestren en una vitrina y te digan "eso es para ti, voy a por la llave" y regresen con otra persona para dárselo? ¿Sabes lo que es ver cómo se lo dan y que te digan a ti que no eres exactamente la persona adecuada para dicho tesoro? Pues eso me ha pasado. Me han quitado el amor de mi vida, me han desgraciado la existencia. Si Dios existe, es un pedazo de hijo de mil putas. -Mía volvió a romper a llorar pero esta vez se dio la vuelta para que no la pudiera ver.
-Mía, no exageres. Eres joven, puedes encontrar a mil hombres mejores que él. De verdad, vales más que cualquier tesoro.
-No tienes ni puta idea. Esa frase parece de libro: "Cuando tu amigo esté dolido por un amor dile que más pierde el otro por dejarte ir". Guille, no quiero que me digas lo que piensas, perdón, pero me da lo mismo. Lo que yo siento dentro del pecho no lo controla nadie y nadie es capaz de entenderlo. 
-Lo siento, Mía, intentaba ayudar. 
-Pues escúchame y no hables.
Guillermo se levantó de la cama y agarró a Mía de los brazos. 
-Mírame y no te escondas para llorar. Eres persona, no eres un pedazo de hielo.
-Guillermo, no quiero que creas que soy débil.
-Creo que eres perfecta. Hasta tus defectos me parecen perfectos. 
Se produjo un silencio cargado de tensión entre los ojos aguados de Mía y los ojos cargados de esperanza de Guillermo. Y, de golpe, el equipo de música volvió a sonar con "Alivio" de Rozalén. 
Guillermo soltó a Mía y se dispuso a irse.
-No te vayas... Por favor. No te vayas. No me dejes sola.
-¿Para qué? Si yo no puedo ayudarte.
La canción dijo en ese silencio: "Y en cambio, cuando te miro, todo cobra sentido..."
Se abrazaron muy fuerte, oprimiéndose el pecho hasta dejar de respirar y susurraron, Mía apoyada en su pecho y Guillermo con su cabeza apoyada en la cabeza de ella: "Y si vale la pena, es por ti..."
Pero esa minúscula muestra de algo que se podría llamar "amor", no iba dirigida el uno al otro, no. Otra persona se interponía en esa naciente relación. 

El encuentro.

(Anterior: http://palabrasdelimon.blogspot.com.es/2014/01/capitulo-ii.html)

Viernes, 21 de octubre. 10:00

Lucas estaba perdido. Ese sitio era enorme y sólo sabía un número y una letra. La habitación de su hermana Lucía era la 93C, pero lo que no sabía era el módulo de habitaciones en la que se encontraba. Comenzó por el módulo C, el más alejado de la entrada, suponiendo que la letra del número coincidiera con el módulo. 
Entre los tres edificios de apartamentos, un enorme jardín formaba una plaza como punto de encuentro. Un enorme jardín con grandes árboles que incitaban a pasar esos calurosos días de octubre de levante bajo sus sombras. Sí, de octubre. Ese octubre fue un extraño octubre. Tan extraño y tan octubre, que se hacía llamar "el mayo del invierno".
En el centro, una gigantesca fuente redonda culminaba la maravillosa obra arquitectónica de aquella residencia. Una gigantesca fuente redonda con una hermosa Atenea en lo alto, de pie, con libros entre sus manos, apretados contra el pecho. Una bella afrodita se encontraba a su izquierda, recostada intentando tocar el agua que brotaba del cántaro de Hera, que sentada a la derecha de la primera diosa, la derramaba mientras miraba con furia y celos a su marido, que con una sonrisa seductora trataba de enamorar a las flores a la vez que observaba el arrebato de odio de su esposa. 
Un perfecto Narciso observaba su reflejo maravillado y escondido entre los arbustos que rodeaban la fuente. Hefesto, como exiliado, forjaba el grifo del otro lado de la fuente mientras observaba con desdicha el gozo de su esposa, quién nunca llegaría a amarlo. Poseidon, dios del mar y de las aguas, se encontraba en el centro de la increíble figura, bajo el agua que brotaba de Hera, en una calita de mármol junto con sus sirenitas. Ares se encontraba herguido dentro del agua, levantando su espada en dirección a Afrodita, señalándola, dictando que era de su propiedad. Y, por último, un modesto Apolo se encontraba sentado en el borde, con los pies en el agua, leyendo.

Lucas quedó impresionado. Años de cultura metafísica resumidos con tal perfección. Una historia contada sin palabras. Una historia muda. Preciosa e inquietante. Todo se decía sin decir nada.
Continuó por el jardín hasta llegar al complejo C, donde sentía que debía estar. Sentía la necesidad de subir sus escaleras y deslizarse por el pasillo de la planta tres, hasta llegar a la habitación 93C. 
Le llamó la atención el cuadro de Marilyn Monroe con una dirección a un blog en el pie de la imagen que había colgado en la puerta. Lucas odiaba a Marilyn, odiaba las cosas superficiales, las cosas que se podían apreciar a simple vista y no dejaban nada para la imaginación. Creía en la importancia del enigma, del misterio. Una mujer tenía que parecer peligrosa, diferente, que nadie supiera nada de ella, y Marilyn era todo lo contrario. 
-¿Lucía?- dijo llamando a la puerta.-¿Lucía?- volvió a repetir mientras abría la puerta.
-¡Espera!, ¡No abras la puerta!- Una voz dulce, preocupada, le puso el corazón en el cielo.
Pero era tarde, Lucas había abierto ya la puerta y vio a una chica enrollarse rápidamente en una toalla verde.
-Perdona, perdona, estaba buscando a mi hermana. Lo siento mucho, de verdad, no he visto nada.- Lucas estaba muy avergonzado y se tapaba los ojos con las manos.
-Uy, qué rápido vas, ¿no? Aún no me has invitado a cenar y ya piensas en colarte en mi habitación mientras me ducho.- Dijo mientras reía.
-Lo siento mucho, de verdad, no he visto nada, te lo prometo. 
-Va, va, no te preocupes, no creo que te asustes a estas alturas.- Ella no paraba de reír y su risa impregnaba  el corazón del muchacho de un sentimiento que aún no reconocía.-¿A quién buscabas?
-A mi hermana Lucía. Tenía que venir a ayudarla con unos problemas que tenía con sus clases.
-No me suena de nada el nombre. También es verdad que yo soy nueva aquí.- sonrió. -¿Está sola en una habitación o comparte?
-Comparte. Perdona, ¿qué músicas estás escuchando?- Lucas estaba maravillado con el fondo musical que había en ese cuarto.
-Si comparte debe estar en el B. Es que es un poco lioso el tema de los módulos, las letras y los números. La música es Standstill.
-Pues suena bestial, me encanta. Muchas gracias, de verdad. Y siento mucho el incidente de antes.
-Es el módulo de la parte de Hera.-la chica hizo un gesto para que no se fuera aún y siguió hablando- Aquí no los llamamos A, B o C, como pone en los carteles. A para Atenea, B para Hera y C para Afrodita. Encantada de conocerte, de todas formas. Soy Mía. 
-Yo soy Lucas, encantado.- La chica le tendió la mano mientras sujetaba con dificultad la toalla. 
-Si algún día te vuelves a perder, ya sabes donde estoy.- La chica comenzó a reír de nuevo con esa risa tan suya y tan dulce. 
-93C, me lo guardo. C de Afrodita, C de amor, C de...- Mía no podía parar de reír y Lucas sonreía al oírla, desprendía luz propia.
-Bueno, bueno, frena. Es un placer, de verdad. Algo me dice que eres el que vuela.- dijo poniéndose seria.
-¿Cómo?- Lucas se quedó completamente extrañado con sus últimas palabras y antes de que la chica pudiera contestar, su móvil comenzó a sonar.- Mierda, tengo que irme. Ya nos veremos.- sonrió.
-Adiós- dijo ella mientras la luz que emitía su sonrisa impregnaba todas las grietas del interior de Lucas y le hacía sentir vivo, después de tanto años de exilio emocional.

"El que vuela..." no dejaban de pensar.

(Continúa en: http://palabrasdelimon.blogspot.com.es/2014/01/el-encuentro-ii.html )

La muerte del primer amor.

Jueves, 14 de enero. 7:30
Esa mañana, Lucas ya no estaba. De su persona sólo quedaba el olor en la almohada de Mía y una nota sobre el escritorio:

Mía, me voy. No me busques, por favor. Sabes que esto no debió pasar y sabes que tengo otras obligaciones. Lo siento mucho, de verdad, nunca quise hacerte daño.
No lo intentes, esto no puede seguir pasando, lo he estado pensando mucho.
Lucas. 

Mía seguía durmiendo cuando una llamada anónima le hizo despertarse de sobresalto.
Observó que había un vacío especial en esa habitación y comprendió que algo no iba bien. Dejó el móvil sonando y se levantó de la cama con cierto recelo. 
Pronto vio la nota sobre el escritorio y sus sospechas se hicieron ciertas: Lucas no soportó la presión de quererla más que a Carla. 
Leyó la nota y volvió a meterse en la cama, en el lado derecho de ella, donde Lucas dormía. Quiso impregnarse con su olor hasta morir. 
El equipo de música se encendió de golpe con la canción menos recomendable. 
El móvil volvió a sonar y Mía no se atrevió a cogerlo, sabía que no era capaz de articular palabra en ese momento. 

"Ahora no me quedan palabras, se marcharon detrás de ti. La misma voz en off que antes me decía que sí, no para de gritar que no..." Decía la canción. 

De repente, los ojos de Mía comenzaron a llorar de una forma abrupta y sin control. No podía hacer nada, sólo podía esperar que esa letra se le clavara en el alma y el olor a Lucas de las sábanas la intoxicara hasta morir.

"Te creerás mejor que yo", susurraba mientras agarraba la nota contra su pecho y clavaba la cara en la almohada. 
-PUES NO VUELVAS NUNCA- consiguió gritar. 
En ese momento, el móvil, volviendo a sonar y vibrar, cayó al suelo desde la mesilla izquierda. Se levantó de golpe y respondió a la llamada.
-QUIÉN ES- gritó.
-¿Mía? ¿Qué pasa? Soy Guilermo, tu compañero de clase. ¿Estás bien?-
-Lo siento, no es un buen momento.- Y colgó.

Escribió un mensaje y se lo envió a Lucas con todo el dolor de un amor desdichado:

Cierra las puertas tras de ti, por si se te ocurre volver. Eres un cobarde y no quiero volverte a ver. Me dueles tanto.

Tiró el móvil al suelo y el equipo cambió a la siguiente canción: "El Resplandor" de Standstill. 
Con esa música y la nota aún arrugada y apretada contra su pecho, Mía se quedó dormida esperando que la dulce muerte del invierno la invitara a pasear. 

Volver

Martes, 21 de mayo. 18:20
Sandy entró en el coche, sacó un espejo del bolso y se retocó la pintura de los labios. Se miró en el retrovisor y se arregló el pelo. Arrancó el coche y puso marcha a la ciudad de Lucas.
Condujo durante más de una hora y media y por fin llegó donde solía estar hace ya un año. Lucas era jugador de baloncesto jubilado pero desde hacía un par de años había vuelto a un equipo de la universidad donde estudió.  
Eran las ocho de la tarde y no había rastro de ningún entrenamiento por ahí. Sandy bajó del coche y se encendió un cigarro. Se apoyó en el coche y pensó que quizás no había sido tan buena idea volver.
Quizás el momento de volver fue no haberme ido. No podría reprocharle que hubiera conocido a otra Sandy, a una Cynthia. No podría reprocharle que hubiese conocido a su Candy. ¿Quién soy yo para reprocharle nada? Sólo soy una puta inestable que ni siquiera es capaz de saber quién es, qué quiere, qué busca o qué espera. Sólo soy un refle
Un hombre mayor con una escoba en su mano izquierda truncó los pensamientos de la joven:
-Disculpe señorita, ¿espera a alguien? ¿qué hace en un sitio tan abandonado usted sola?
-¿Abandonado? Quizá usted sepa decirme dónde entrena el nuevo equipo de baloncesto de la universidad.
-¿El nuevo? ¿Cuánto tiempo hace que no viene por aquí? Cerraron este sitio hace ya meses. Pero usted no es una forastera, no, usted conoce la ciudad. 
-No, no soy nueva por estas tierras. ¿Sería tan amable de decirme el lugar?
-Claro, señorita. ¿Ve esas luces del fondo? Allá, detrás de todos esos campos de limoneros.
-Sí.
-Allí están, señorita.
-Muchísimas gracias, de verdad.
Sandy entró apresurada en el coche y se dirigió a la mancha de luces del fondo de los limoneros. Mientras se acercaba, empezó a sentir cómo el estómago le daba un vuelco y su cabeza comenzaba a pensar qué iba a decirle a Lucas cuando ella llegara. Estaba en el aparcamiento de la mancha de luces cuando frenó en seco. Lucas estaba saliendo de una de las puertas y una chica le esperaba apoyada en el coche, con la misma postura que ella había adoptado hace apenas veinte minutos en el anterior campo de entrenamiento. Sin pensarlo demasiado y con los ojos llenos de lágrimas, salió del coche y gritó. Gritó con todas sus fuerzas el nombre de su amado.
Lucas comenzó a mirar hacia todos los lados hasta que por fin vio a alguien al lado de un coche, alguien que parecía un fantasma, un sueño o una pesadilla, alguien que no debía estar ahí. Salió corriendo al encuentro de ese espíritu que había vuelto del pasado cuando la sombra decidió volver a entrar en el coche y huir. Lucas estaba perplejo, no entendía nada. No entendió nada hasta que vio un papelito en el suelo, un papelito en el lugar donde la sombra lo había esperado, donde la sombra lo había llamado y donde la sombra había decidido abandonarlo. El papelito estaba escrito con carmín y decía: 
"Te sigo queriendo como el primer día, como el día que apoyé tu cabeza en mi pecho y te confesé que te amaba más que a mi vida. 
Espérame, por favor. 
S"
Lucas arrugó el papel con todas sus fuerzas y gritó:
NO VUELVAS NUNCA.