Nunca es tarde.

Martes, 21 de mayo. 17:25
La carta se encontraba en el segundo cajón de su mesilla de madera blanca. La tenía guardada entre otros objetos igual de dañinos moralmente como ella. Quizás estuvieran ahí las notitas que Lucas le dejaba todos los días por casa... Ya ni se acordaba de esos pequeños detalles, hacía demasiado tiempo que vivía anestesiada sin pensar en el amor y, mucho menos, en Lucas. 
La carta seguía en el fondo del cajón, un poco más amarillento el papel, pero prácticamente igual. Sandy la abrió con torpeza, estaba tan nerviosa que tuvo que sentarse en la cama para leerla. Sus manos temblaban al ritmo que su corazón se aceleraba. Sacó la carta del sobre y, antes de leerla, olió el papel y se lo puso contra el pecho. No podía parar de llorar porque esa estúpida canción se le había clavado en el alma.
Por fin consiguió el valor suficiente para secarse las lágrimas y comenzar a leerla:

Sandy, no te vayas. 
Sé que ahora es inútil que te lo diga, puesto que cuando la leas significará que ya no estás. No sé qué pasa por tu cabeza, no sé hasta qué punto era necesaria tu marcha. Pero sé que existirá un motivo lo suficientemente consistente como para que hayas hecho esto.
Sólo me queda volver a pedirte que recapacites y que pienses que yo quiero ayudarte a soportar a todos los fantasmas que se atrevan a doler a mi Sandy. Yo quiero ayudarte a romper tu muro, quiero quitar los ladrillos a martillazos. Quiero que me dejes secarte las lágrimas con mis manos. Quiero que me dejes arreglar tus heridas con jirones de mi piel.
Simplemente, te quiero. Te quiero junto a mí, te quiero abrazada a mi pecho. Te quiero por las mañanas, a medio día, por las tardes y por las noches. Te quiero a medio centímetro y te quiero en el extremo más alejado del Universo. Te quiero con manías, te quiero sencilla. Te quiero borde y te quiero cariñosa. Te quiero rubia y te quiero pelirroja. Te quiero cuando lloras y te quiero cuando ríes. Te quiero cuando te despiertas de buen humor y te quiero cuando te despiertas rancia. Te quiero borracha y te quiero sobria. Te quiero de todas las formas...
Pero, Sandy, sé que esto lo has hecho por algún motivo. Estoy segurísimo. Y sé que si de verdad te quiero de todas esas formas y es mutuo, el universo hará lo imposible porque lo consigamos. 
¿Será hoy o mañana? ¿Será en meses o en años? Me da igual, Sandy. Me da igual. Te voy a esperar construyan muros de millones de ladrillos o alisen el terreno para que no haya ningún bache.
Confío en ti. Confío en tus motivos. Confío en que tu amor es sincero.
No quiero extenderme demasiado pero Sandy... Recuerda lo que tú me dijiste un día: nunca es tarde. No sirven excusas, el pasado se ha pasado. El presente lo estamos perdiendo y el futuro no existe. Vamos a aprovechar lo único que la vida nos deja hacer, vamos a aprovechar nuestro presente. 
Nunca es tarde, Sandy, nunca...

Sandy no había soltado una sola lágrima. Sabía exactamente lo que tenía que hacer ahora. 
Guardó la carta dentro del sobre y la introdujo en el cajón. Miró su reloj y su aspecto. Se vio reflejada en el espejo, se vio más guapa que nunca, se vio como la que brilla, como la que vuela. 

-Lucas, espérame.- susurró.

Back in your arms again.

Martes, 21 de mayo. 17:00
Nunca nadie supo cómo llegó esa canción a sus oído. Pero llegó. 
Sandy se encontraba arrancando el coche cuando la radio se encendió y comenzó a sonar una canción que nunca antes había escuchado. Cogió un par de versos y buscó rápidamente en Internet para saber de dónde salía esa música que le incitaba a recordar momentos lejanos. Parecía Lucas cantando, escupiéndole en el oído, reprochándole su huida hace ya más de un año.
Era de Bruce, "For you", el título. Sandy tiró el móvil sobre el asiento del copiloto y se agarró fuertemente el pecho. Sus ojos no lloraban, sus ojos inundaban el coche. Sandy se tapó con la otra mano la boca y no pudo frenar esa oleada de recuerdos. 
Recordó las tardes mirándose a los ojos, viéndose reflejada en los verdes ojos de Lucas. Recordó de su sonrisa, de su boca perfecta, de su voz dulce. Recordó sus gestos, su forma de mirarla, su forma de tocarla. Recordó la forma en la que se quedaba de pie observándola mientras suspiraba y decía "quiero que venga un pintor para que pinte la luz que desprendes". 
Recordó la cena con las velas, recordó la forma de abrazarla contra su pecho para que no huyera. Recordó sus ojos gritándole que no se fuera. 
Recordó el poder sanatorio de sus manos, que le cubrían el vientre entero cuando ella estaba enferma. Recordó un paseo por el parque en el que notó muy raro a Lucas, recordó el abrazo que se dieron y recordó la forma de brillar que tuvo el momento. Recordó la primera vez que hicieron el amor, recordó esa sensación en la que sus corazones latían al compás. 
Recordó sus eternas conversaciones, sus noches sin dormir, las noches en las que se despertaban juntos para apoyar al que tenía que estudiar. Recordó cómo hizo que se le pasara aquel enfado con el mundo, llevándola al lugar donde se conocieron. Recordó la mirada de odio que les echó el camarero y recordó que le cobraron de más por derrochar tanto amor.Recordó lo tonta que se ponía cuando bebía y recordó lo mucho que a Lucas le gustaba que ella se pusiera así de cariñosa. 
Recordó la primera vez que Lucas le dio la mano y recordó el primer abrazo que le dio en la calle. 
Recordó la carta. Esa carta que Lucas le escribió el día que se fue y ella nunca leyó. Recordó que era el momento de leerla y era el momento de volver a sus brazos.

El sueño.

Se despertó de golpe. De forma brusca y con un sobresalto horrible. El corazón le iba a mil por hora y sus ojos no paraban de expulsar lágrimas.
Sólo era capaz de balbucear la palabra "Sandy". Sólo era capaz de llamarla.
Qué sueño aquel que lo hacía vivir inconsciente. Qué sueño aquel que ni descansar lo dejaba. Sandy, maldita. Sandy, encantadora. Sandy, bruja. Sandy, vuelve. Sandy, te quiero.
Pero no, él no podía volver a ella. "Ella es pasado" no para de repetirse en su cabeza. "Ella se queda en el pasado" Y abrazaba fuertemente la almohada contra su pecho. "No te quiero, Sandy. Vete para siempre" su mente no paraba de gritar. Y por fin, su boca reaccionó y gritó, mientras el corazón se hacía añicos: "SANDY, NO VUELVAS NUNCA"
Pero no era cierto. Él no quería eso. Él la quería a ella más que a nada. Era su calma, su musa, su diosa, su Sol, su cielo, su Luna, su todo. Ella era su inspiración, era la razón de su vida. Dos años estuvo engañándose. ¿Por qué, si no, iba a huir lejos de su ciudad de origen? ¿Por qué terminó estudiando en Valencia, lugar que su Sandy odiaba? ¿Por qué su corazón lo condujo a terminar en Barcelona?
Querido Lucas, puedes engañarte todo lo que quieras, pero tu corazón y yo sabemos que acabaste en Barcelona porque desde los cinco años querías estar aquí. Y resulta que en ese momento, ese momento en el que te enamoraste de Barcelona siendo un niño inconsciente, justo en ese momento, Sandy estaba naciendo. Estáis hechos el uno para el otro y las locuras de uno, le afectan al otro. Quizás nunca sabrás que ella es la fuente de todos tus deseos, y que todos sus deseos vienen de ti. De tu persona. Quizás seáis tan iguales, que no podréis estar juntos nunca. Pero siempre, siempre, siempre, siempre apareceréis en el lugar del otro.
Cuatro años hace que no os veis. Cuatro años de relaciones sin futuro, de cómoda rutina al lado de personas que no os importan. Y, sin saberlo, cuando vas a ver a tu amigo de toda la vida, sientes como el mundo se te pone a los pies, con una alegría incapaz de describirla. Sientes que te quieres. Y resulta que aparece Sandy. Lucas tonto. Lucas idiota. Alejarte de los dictados del corazón no harán que la quieras menos. Que la necesites menos.
Sandy está hecha de trozos tuyos. Jirones de tu piel forman la suya. Los rotos de tu corazón, son las piezas del suyo. Los dos corazones juntos, forman uno. Tus pensamientos, son sus pensamientos. Tu amor, es su amor. Es tan igual a ti, que parece imaginaria. ¿O quizás es imaginaria? ¿Y si fuera todo un sueño?
Lucas, despierta. Es hora de ir a trabajar.

La huida.

Miércoles, 20 de abril. 7:00
Lucas volvió a ver ese brillo en los ojos de Sandy. Se maldijo mil veces por dentro, sabía lo que iba a pasar, pero no sabía cuándo.
-Sandy...-le susurró en el oído mirándola a los ojos.
-Dime cielo. -Sandy estaba acostada a su vera, estaban compartiendo almohada y Lucas se encontraba de lado para poder observarla. 
-Mírame, Sandy.- La chica levantó la espalda, apoyó las manos sobre el colchón y se puso sobre el chico, que se había vuelto a colocar hacia arriba en la cama.- Este día no lo vas a olvidar nunca.
Sandy se agachó sobre él y le susurró:
-Eso espero.
Se dieron el beso. El beso que exigía la situación. Se besaron con fuerza, con rabia, con amor y con deseo. Se besaron como el momento exigía: se besaron como despedida y como reencuentro.

Sandy se sentó en el borde del colchón y cogió unas medias colocadas sobre el escritorio. Lucas se levantó y se sentó tras ella, le agarro de las manos y ambos comenzaron a dibujar la pierna de Sandy. Lucas comenzó a besar el cuello de la chica, quién intentó quitárselo de encima. Las medias se sujetaban a mitad de muslo y Lucas aprovechó para introducir su mano en la ropa interior de Sandy. Se levantó rápidamente del colchón y con un gesto algo enfadado, salió de la habitación. Lucas no entendía nada.

-¡Sandy!- Dijo con resignación mientras se levantaba de la cama y la buscaba.- ¡Sandy!
De pronto, la puerta del baño se cerró de un portazo y Lucas comenzó a llamar a la puerta de forma violenta.
-¿Se puede saber que te pasa? ¿Por qué te has levantado así?- Lucas apoyó la cabeza sobre la puerta y miró al suelo a la espera de una respuesta. Al cabo de 15 minutos, la joven salió vestida con una falda de tubo negro y una camisa blanca. En los pies, unos zapatos con algo de tacón. El pelo arreglado y la cara con algo de maquillaje. 
-Tengo prisa- Dijo sin mirar al chico.

Lucas vio desde esa posición cómo Sandy cogía su bolso y cerraba la puerta de casa por fuera. 
"Creo que nunca seré capaz de entenderla" se dijo a sí mismo y se metió de nuevo en la cama, cogió el portátil y comenzó a trabajar.

Miércoles, 20 de abril. 13:30
"Lucas, no puedo ir a comer, prepárate tú algo." 
Lucas no paraba de mirar el móvil. Estaba inquieto. Ese brillo en los ojos de Sandy ya lo había visto antes. Sabía lo que iba a pasar y ese mensaje no calmaba sus nervios. Pensó en llamarla, pero sabía que ella no le cogería el teléfono a esa hora. Pensó en ir a buscarla para comer con ella pero tuvo miedo de lo que podría encontrarse. Aún así, mientras mordía el lápiz, se quitó las gafas y se levantó de la silla:
-Voy a buscarla. No me conformo. Si se va a ir, se va a ir aunque vaya a buscarla ahora. Se va a ir aunque haga lo que sea. Por lo tanto, voy a intentar pasar cada minuto con ella, es una cuenta atrás y tengo que resignarme a su nueva marcha. 
Abrió el armario y se puso ese jersey marrón que tantas veces Sandy le había amenazado con robárselo. Se encendió un cigarro y cogió las llaves del coche.
-Cartera, móvil, llaves. Vámonos.

Miércoles, 20 de abril. 14:45
Hacía ya media hora que Lucas había llegado a la puerta de la facultad de Letras. 
Mirando en su móvil encontró el horario que un día Sandy le mandó y directamente se fue a esperarla al pasillo donde se encontraba su clase. Estaba nervioso e inquieto y sabía que a Sandy no le gustaría aquella sorpresa. Como no le gustaba ninguna otra sorpresa. Eran ya las 15:00 y aún nadie salía de las aulas. Lucas no quería estar allí, sabía que no era una buena idea y que ella no querría verlo. Sabía que si esa noche volvía a casa, Lucas se llevaría una reprimenda por aquello que tantas veces Sandy le había prohibido. Porque a ella no le gustaban las sorpresas, quería tenerlo todo medido, hasta el tiempo que tardaba en cepillarse el pelo lo tenía medido. Aquella sorpresa le desestabilizaría los planes de la comida y de la tarde, y eso la ponía nerviosa. No lo soportaba. 
Eran las 15:10 cuando comenzó a escuchar revuelo y cuando a Lucas le entró el pánico. Pensó que lo mejor era irse, que no debería estar allí. 
-¡Lucas!- Una voz muy dulce lo llamaba desde el final del pasillo. 
El muchacho decidió frenar su carrera y girarse para ver el rostro de la voz delicada. Sabía quién era y le extrañaba aquella dulzura.
-Lucas, ¿qué haces aquí? -Le dijo con una sonrisa. Sandy no era la misma que había salido esa mañana de casa. Le dio el beso que la situación exigía y se agarró del brazo del muchacho.
-He venido porque quería comer contigo. Necesito mirarte con especial intensidad hoy. He vuelto a escribir. 
-Me alegro mucho cielo. Te he dicho que comieras tú por la hora en la que acababan hoy mis clases, me siento culpable.
-Pensaba que estabas enfadada.
-Va, Lucas, sabes que las mañanas no son mi momento de amor y cariño, precisamente. Y hoy llegaba tarde. ¿Dónde quieres comer? 

Miércoles, 20 de abril. 21:30
Se oyeron las llaves de la puerta y Lucas corrió a apagar las luces. Cuando la joven entró en casa, vio un ambiente tenue, con velas por todos los rincones y en el centro de la habitación, una mesa con dos candelabros que iluminaban una cena para dos personas. Un sobre encima de uno de los platos le decía que ese era su sitio. Dejó el bolso y las carpetas encima del sofá y se sentó para abrir la carta.
-Ahora no- Dijo una voz a su espalda. -Esa carta no la puedes leer ahora.
-¿Has hecho todo esto tú?- Dijo la joven con cierta emoción en la voz.
-Bueno, la cena la he pedido, sabes que yo y la cocina nunca nos hemos entendido. Pero sí, llevo toda la tarde arreglando la casa para ti.
-¿Hoy es un día especial y me he olvidado?- Dijo Sandy mientras reía y colocaba la carta dentro de su bolso.
-Quién sabe, el día aún no ha terminado.-Lucas estaba especialmente serio y con los ojos aguados. La luz tenue de la habitación hizo que la chica no se diera cuenta de aquello.
-Estás muy raro hoy, cielo. Pero muchas gracias por el detalle. Me encanta.
-Bueno, sé que no te gustan especialmente estas cosas. Pero también sé que cualquier detalle que tenga alguien para ti, sea como sea, te resulta especial. Así que, bueno, lo he intentado.
-Lucas, no sé qué te pasa, pero de verdad que me encanta que te hayas currado esto. Te quiero mucho, cielo.
Lo había dicho. A Sandy se le había escapado un "te quiero". Ese fue el detonante para que Lucas supiera que esa era su última noche con Sandy. Ella sólo decía "te quiero" en dos ocasiones: mientras te besaba porque habías vuelto a sus brazos, o mientras un océano se abría paso entre los dos. Y, lógicamente, después de 4 meses juntos, sólo cabía la posibilidad de que fuera la segunda opción.
Lucas sintió como el corazón se le convertía en cristal y estallaban en mil pedazos que se le clavaban en los pulmones, dejándolo absolutamente sin respiración.
-Mía- Cuando Lucas la llamaba por su nombre, no era para nada bueno. -Te quiero. 

Miércoles, 20 de abril. 23:00 
-Sandy, siéntate. Yo recojo.
-Va, Lucas, déjame ayudarte. 
El muchacho se puso a fregar los platos cuando Sandy lo abrazó por detrás y comenzó a besarle la espalda. Lucas se dio la vuelta y la abrazó como si no hubiera mañana. 
-Vamos al cuarto- Susurró la chica.

Jueves, 21 de abril. 2:30
Lucas observaba a su Sandy, no era capaz de dormir sabiendo que en cuanto cerrara los ojos, ella desaparecería. La abrazó muy fuerte contra su pecho, no quería dejarla ir. 
Ella tampoco podía dormir y se dio la vuelta para poder mirar a su Sandy.
Le cogió la cabeza y le se la puso en el pecho mientras ella se recolocaba en la cama, apoyando su espalda en el cabecero. Cogió un cigarro de la mesilla y comenzó a cantarle al oído:
"Abrázame y no me digas nada, sólo abrázame" 
El chico levantó la cabeza de golpe y mirándola a los ojos le escupió: 
"Me basta tu mirada para comprender que tú te irás."
-Abrázame, como si fuera ahora la primera vez.
-Como si me quisieras hoy igual que ayer.
-Abrázame...
La chica apartó la mirada del joven, apagó el cigarro y se volvió a tumbar. Sólo esperaba a que él hiciera lo mismo para poder huir. 

Sandy, no.

Abrí los ojos con el portazo que Sandy dio al salir. Me levanté corriendo para seguirla, pero había desaparecido entre la gente de la calle. No la encontraba por ningún sitio. Probablemente, se hubiera desvanecido como una sombra. 
Iba medio desnudo, en calzoncillos de dormir, como era habitual en mí, cerré la puerta y me apoyé con las manos sobre la cara. Me costaba horrores imaginarme otra vez la vida sin ella. Volverla a perder. Volver a estar solo. Volver al alcohol y a las noches viviendo deprisa. 
Suspiré fuertemente y observé que en mi escritorio, Sandy había dejado una carta. 

Querido Sandy, 
No quiero marcharme, pero tengo que hacerlo. A tu lado siento dependencia. Me siento cohibida. Siento que si desapareces, me muero. Y eso no es sano. No quiero que mi amor se vuelva una obsesión. 
Después de tanto tiempo, he acabado asumiendo que la vida tiene sorpresas. Sabes que odio las sorpresas, pero no puedo controlarlo todo.
Estos últimos dos meses han sido increíbles, pero no puedo seguir así. ¿Y si te cansas de mí? ¿Qué voy a hacer yo cuando te canses de mí? Ante todo, quiero ser libre. Y como quiero ser libre, elijo la soledad.

Tu Sandy.

No paraba de repetirme "Sandy no. Sandy, no lo hagas. Sandy, otra vez no. Sandy..." Hasta que grité de impotencia con lágrimas brotando de mis ojos como si de balas de plata se tratasen "SANDY, VUELVE"
Un ruido me despertó. Eran las seis y media de la mañana y mi Sandy me abrazaba fuertemente contra su pecho. En ese momento lo único que pensé fue "Me podría quedar así toda la vida." 
Me asusté al procesar esas palabras en mi interior. Mi vida se había resumido a vivir abrazada a él. Nada más necesitaba. Estaba segura de que podía hasta dejar de comer. Nada, no necesitaba nada. Me asusté mucho. Mucho. Y del espanto, decidí volver a hacer las maletas. Es cierto que llevaba dos años sin estar con él. Es cierto que llevábamos enamorados desde la primera vez que nos vimos. Pero del amor a la obsesión, hay un paso que no estaba dispuesta a dar.  Mi libertad era imprescindible en mi vida, pero con él no podría tenerla. 
Me levante con cuidado de no despertarle y me dispuse a empacar todas mis cosas. No eran muchas, sólo había estado dos meses en esa casa. Dos meses en los que apenas hicimos otra cosa que no fuera beber, follar, fumar, ver cine o pasar el tiempo mirándonos. Contando poemas, leyendo prosas de Benedetti o Cortázar, escuchando música, mi música, su música. Exponiendo temas para hacer pequeños debates y discusiones que siempre acababan en la cama, o donde nos pillara más cerca. El sitio no era el problema. Pero todo tenía un límite. Mi vida no podía girar en torno a él, igual que la suya no podía hacerlo en torno a mí. Y la única forma era volver a desaparecer. 
Quería escribirle una bonita carta, con versos de canciones, de poemas, de citas propias. Pero me asusté al pensar que podría despertarse y quebrar mis planes. Escribí una carta clara y concisa, explicando mis motivos. No recuerdo si le dije que lo amaba. Salí corriendo y vi que se despertaba y corría detrás de mí, así que sólo pude esconderme en el portal de al lado mientras observaba como salía medio desnudo a la calle y en su rostro el más horrible dolor le maquillaba los ojos de carmín.
Lo último que escuché cuando me dirigía a bajar a la estación del metro, fue un grito procedente de mi ventana que decía "SANDY, VUELVE".