Culpemos a la humedad

Y, al mirarse desnuda en el espejo, recordó que, tiempo atrás, fue joven, bella y feliz. Se secó unas lágrimas que brotaban de sus ojos con sus sucias manos aún cubiertas de sangre. Ella no se arrepentía de lo que acababa de hacer, "este hijo de puta se lo merecía" se dijo, le abrió el pecho y le arrancó el corazón. 
-Ey, Coco, aquí tienes tu cena.
-Miau...
-¿Sabes lo que les pasa a los cerdos que intentan propasarse con las chicas? Exacto, se quedan sin pene.
Y siguió cortando a trocitos todos los apéndices del joven muerto a sus pies.
Más tarde, sentada en su sillón de cuero con una taza de té entre sus manos y el cuerpo del chaval a sus pies, pensó en todo lo sucedido la noche anterior.
-Me pregunto si serás capaz de volver a ponerle la polla en la boca a alguna chiquilla más. Ahora, muerto, desangrado, descuartizado. Ahora no eres tan valiente, cabrón.
Le clavó un tacón en la sien y, mientras se encendía un suave cigarrillo, notaba como su cráneo se hundía.
Las lágrimas volvían a brotar de sus ojos pero ella misma impedía que cayeran por sus mejillas.
-No, hijo de puta, no me verás llorar más. Ahora deberías llorar tú. Ya ni hablas, eh. No te conviene, y lo sabes. Me tuviste enamorada un tiempo, cabrón. Hubo un tiempo en el que pude morir por tu amor. Y mira cómo son las cosas, eh, ahora el que está muerto eres tú. Y no, no me pongas ojitos, que ya nada vas a arreglar. Con lo que hiciste ayer ya me lo dejaste todo claro.
-Ey, Mona, está muerto, déjalo ya. Vamos a enterrarlo y a limpiar todo esto. Deja la copa en la mesa.
-Déjame, no te pongas de su parte.
-¿Pero no te das cuenta de todo lo que has hecho? Mona, vamos.
-Yo fui, una vez, joven, bella y feliz. Hubo un tiempo en el que habría muerto por su amor.- Y comenzó a llorar.
-Me haces enfermar. Vamos, no te aviso más.
Lo enterró en el jardín, donde Coco solía orinar.
Su viejo vecino observó aquella siniestra escena: Mona completamente desnuda, cubierta de una sangre ajena, el cuerpo de un joven muchacho a los pies de la chica, completamente destrozado, y ella...ella hablando sola y discutiendo con el viento.
-Señorita Mona, ¿está usted bien?.- Estaba abstraída, loca. Ya no razonaba. -Mona, querida... Lily, llama a la policía.- Dijo el viejo cerrando la ventana.
Mona lleva varios años encerrada. Mona ya no habla. Mona sólo repite, día tras día, "fue el calor y la humedad".

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